Tonos de Gris Pintados en tonos de gris, carentes de cualquier adorno que distraiga la mirada y atrapando la luz para después distribuirla redirigida con una sola función: dejar ver

Por fin tuve un fin de semana de los que estoy acostumbrado a tener!

• Sábado en la noche, salir de fiesta con Horacio para celebrar su cumpleaños ya que al día siguiente no hay que trabajar (feliz cumpleaños Horace!).
• Domingo, desayunar con la familia y después ir a la sabana a jugar volleyball.
• Lunes, jugar tennis y en la noche ir al cine.
• Martes, 40 kilómetros en bicicleta.

Después de todo ese ejercicio, no tengo ni fuerzas, ni ganas para estar estresado.

Me da lástima con Oscar Durán, ya que sus vacaciones llegan a su fin, pero, que dicha!

Digo lástima porque me imagino que no debe ser muy bonito para él, irse casi un mes de vacaciones (del 6 de setiembre al 2 de octubre), y después tener que regresar a trabajar.

Pero también digo que dicha porque durante ese mes, tuve que trabajar un día extra a la semana para cubrir sus turnos, y ese día es nada más y nada menos que el domingo (mis días libres son los domingos y lunes).

Por lo general, el lunes, ya que es entre semana, lo utilizo para jugar tennis con mi papá, hacer otros mandados, visitar amistades, hacer compras y negocios personales.

Entonces, el domingo es el día que uso para descansar. Mi papá me despierta para desayunar, y después me quedo durmiendo o viendo televisión en su apartamento (en el de mi papá, no el suyo de quién esta leyendo 🙂 ), y por lo general mi papá me chinea con un cafecito por la tarde.

Pues no, mi día de descanso se convirtió en tener que ir al trabajo durante casi un mes, así que, Osquitar, espero que hayas disfrutado tus vacaciones, gracias por traerme mi reloj (que está genial), y más importante aún, gracias por traerme mi día de descanso.

Ya tengo mi reloj! Aunque pensándolo bien, ahora tengo que pulir más las excusas para llegar tarde.

Ayer por la noche Oscar Durán volvió al país de sus vacaciones (bienvenido!). Fuimos a recogerlo al aeropuerto, y eran tantas las maletas que terminé acompañándolo hasta Cartado, ya que en el carro de Don Danilo (el papá) no cabían (de todas maneras pensaba ir hasta Cartago, lo de las maletas es puro cuento).

Ya en Cartago, me dió mi reloj. Estábamos tan cansados, alrededor de las 10 de la noche, que ni siquiera me lo pude poner bien ya que me quedó enorme, pero hoy en la mañana tuve tiempo de ajustarle el brazalete quitándole tres piezas, y ahora si me queda a la medida.

Lo primero que noté al ponérmelo es su peso, o falta de. El titanio, siendo mucho más duro que el acero, es mucho más liviano. Tanto, que ni siquiera siento que ando el reloj.

También noté que el segundero avanzaba de dos segundos en dos segundos. Esta es la forma del reloj de avisar que está bajo de carga eléctrica. Lo único que tuve que hacer es moverlo de un lado a otro por unos cuantos minutos, y ahora tiene carga como para 7 días.

Otra cosa interesante es la manera de medir la carga. Arriba de la perilla para ajustar la hora y la fecha, hay un botón, que al presionarlo hace avanzar más rápito el segundero y después para en seco. Si el segundero no se mueve rápido, es porque la carga es baja, para menos de un día, y debería avanzar de dos segundos en dos segundos. Si avanza 5 segundos, la carga es de 1 a 7 días, 10 segundos para 7 días a un mes, 20 segundos significa 1 mes a 4 meses y 30 segundos es 4 a 7 meses. Lo curioso es que el reloj sigue llevando el tiempo de manera precisa aunque el segundero este en otra posición, y cuando el tiempo alcanza a la manecilla de los segundos, sigue con su movimiento normal.

Aunque no tiene luz, ni brilla en la oscuridad, los números y las manecillas son tan reflectivas, que con el mínimo de iluminación se puede ver la hora perfectamente, y se ve mucho más elegante.

Aunque el reloj viene con toda la documentación impresa, me encontré el manual en formato digital.